sábado, agosto 31, 2013


El papa Francisco nombró hoy al actual nuncio de Venezuela, el italiano Pietro Parolin, de 58 años, como nuevo secretario de Estado Vaticano.

Mons. Pietro Parolin desde su cargo como Nuncio desde el año 2009, ha sido gran amigo de la Diócesis de Carora y en especial con nuestra Parroquia Inmaculada, ya que él mismo fue quién consagró nuestro templo parroquial el pasado 01 de octubre del 2011. Cabe señalar que fue también gran amigo del fallecido y recordado Mons. Eduardo Herrara Riera, Obispo Emérito de la Diócesis con quién mantuvo buenos lazos de amistad y solidaridad.

El nuevo secretario de estado, nació en la localidad de Schiavon, en la región del Veneto, en el norte de Italia, en 1955, y fue ordenado sacerdote en 1980. Es licenciado en Derecho Canónico, habla italiano, francés, inglés y castellano, y también ha prestado servicio en las nunciaturas de Nigeria y México.

“Siento viva la gracia de esta llamada, que, de nuevo constituye una sorpresa de Dios en mi vida, y siento toda la responsabilidad de esta misión dura y exigente, ante la que mis fuerzas son débiles y pobres mis capacidades, por ello confío en el amor misericordioso del Señor”, escribe Parolin.

El que será secretario de Estado desde el 15 de octubre añade que agradece a todos los que desde ahora le darán “la comprensión y la ayuda, de cualquier manera” para llevar a cabo su cargo.
“Mi pensamiento va a todas las personas que han estado de mi parte en mi vida, en las parroquias en las que he nacido y prestado servicio, en la diócesis de Vicenza, en Roma, y en los países donde he trabajado, Nigeria, México y, el ultimo, Venezuela, que dejo con pesar”, agregó.

Parolin afirmó que se pone a trabajar “con trepidación, pero también con confianza y serenidad” en este nuevo cargo al servicio de la Iglesia y del papa Francisco.

lunes, agosto 19, 2013

EL PAPA FRANCISCO,  FRUTO DEL CONCILIO VATICANO II

Celebramos cincuenta años de la Clausura de Concilio Vaticano II. Con su convocatoria Juan XXIII, el anciano Papa de la transicion sorprendió  al mundo y a la propia Iglesia. Este fue un Concilio que no buscó  condenar errores de la humanidad ni las desviaciones de las dosctrinas cristianas, sino  para "remediar a los necesitados mostrandoles los valores de sus doctrina sagrada, más que condenandolos". Este primer punto, nos puede ir dando pistas, del por qué la insistencia de nuestro Francisco de ir a las "periferias".
 
El beato Juan XXIII, dio cada pincelada con inmensa maestria, no dando lugar a la ingenuidad. Percibia él que el mundo debia ir a la persona, que es más importante que los exitos instrumentales que proyectaban un supuesto "progreso" emanado del  mundo de la tecnica y la comodidad de la vida. Con esta segunda idea, nos percatamos cómo el hablar y el accionar del Papa Jesuita, nos invita a desconfiar de lo material que desvaloriza al hombre en su integridad, mientras que excluye a quien no posee "los bienes materiales". He aqui, su cercania, su abrazo al enfermo, su beso a los niños y su visita a la favela: son personas que merecen el reconocimiento de todos.
 
Juan XXIII quiso un Concilio  que lleve a la Iglesia a reflexionar sobre los cambios necesarios para que ella pueda servir mejor a la humanidad con la luz del Evangelio y la esperanza de Cristo y asi contribuir a ordenar adecuadamente los medios materiales a los fines humanos. Servir sin amenazar  y sin condenar. Una tercera caracteristica que encontramos en este Papa, no condena ni juzga, sólo muestra el rostro misericordioso del Padre quien abraza al hijo pobre y alejado.. Lo hemos leido de lo que respondió a los periodistas cuando regresaba de Brasil.
 
Yo, he visto con preocupacion, como todo el mundo está sorprendido por las actitudes connaturales de S.S Francisco. Digo con "preocupacion", porque todo el mundo ha convertido "lo ordinario en extraordinario".
 
Lo ordinario es que los discipulos del Señor, nos mostremos cercanos con todos; la persona sea lo esencial en nuestra labor y la misericordia con los pobres y excluidos seria nuestro pan de cada dia. Si el mundo está "alarmado" por  la postura del actual Papa, quiere decir entonces que nosotros no estamos haciendo el trabajo? Por qué algo que deberia ser connatural en la Iglesia, como el "oler a oveja" se convierte en la gran noticia? ¿ Por qué sorprende realizar lo que es esencial en la vida de todo bautizado? "siervos inutiles"?
 
El Espiritu Santo, ha dado a la Iglesia el Regalo de Franscisco, para celebrar el 50 aniversario del Concilio Vaticano II de cuyo seno ha sido engendrado y ha crecido, espiritual y pastoralmente.
                                                                                                                 Pbro Jaime Vivas

martes, julio 23, 2013

El Santo Padre Francisco nombró Obispo de la Diócesis de Carora (Venezuela) al Excmo. Mons. Luis Armando Tineo Rivera, hasta ahora Obispo titular de Orreacelia y obispo auxiliar de Caracas (Venezuela).

Su Excelencia el Sr. Mons. Luis Armando Tineo Rivera nació en Caracas el 10 de mayo 1948. Completó sus estudios eclesiásticos en el Seminario de Filosofía de San José de El Hatillo y los de teología en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma. Obtuvo una Licenciatura en Sociología en la Universidad Estatal de Cumaná y de la Licenciatura en Teología Moral en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

Fue ordenado sacerdote el 26 de julio de 1980. Como sacerdote ha ocupado los siguientes cargos: Profesor de Teología Moral y profesor del Seminario Mayor de Caracas, Director de Estudios del Seminario Mayor, director del Departamento Arquidiocesano de Catequesis, Arcipreste de la zona de Baruta y pastor de "La Anunciación del Señor" para Caracas. Tineo obispo Rivera fue también Director de la Arquidiócesis Weekly "La Iglesia Ahora". El 9 de febrero de 2007 fue nombrado Obispo titular de Orreacelia y obispo auxiliar de Caracas. Recibió la ordenación episcopal el 28 de abril de 2007.

sábado, febrero 16, 2013


Por Javier Leoz

La Cuaresma, en sí misma, no tiene sentido. Pero, con este miércoles de ceniza, nos proponemos seguir más de cerca a Jesús de Nazaret en su dar todo por el hombre y en obediencia hacia Dios: LA PASCUA.
¿Cambiará en algo nuestro día a día en este tiempo? ¿Nos dejaremos tocar por la gracia de Dios en este Año Santo de la Fe?
¿Viviremos intensamente desde la oración, la austeridad o la caridad, esta distancia entre hoy y la Semana Santa?
¿Progresaremos como pueblo e hijos de Dios en su conocimiento a través de las Escrituras tal y como el Papa nos proponía en la celebración de la inauguración del Año de la Fe?

Todo lo que no se prepara con antelación, corre el riesgo de diluirse. De no cobrar la importancia que tiene. La PASCUA del Señor, nos tira hacia delante, nos seduce, pone delante de nosotros un horizonte de vida y de posibilidades. ¡El Señor subirá a la cruz por nosotros! ¡El Señor bajará al silencio de la muerte por nosotros! ¡El Señor, saldrá a los tres días, victorioso con un gran regalo: nuestra propia victoria sobre la muerte!
Esto, hermanos, no se improvisa de la noche a la mañana. ¡Qué bueno sería que nos sintiéramos pueblo peregrino! ¡Qué gratificante sería que, en este miércoles de ceniza, ofreciésemos a Jesús, una promesa! (¿La eucaristía diaria? ¿Una lectura sosegada de la Palabra de Dios? ¿Una obra oportuna de caridad? ¿Abstenernos de ciertos caprichos –fumar, beber? ¿Una suscripción a una revista cristiana?

Esta cuaresma, en el Año de la Fe, ha de ser diferente a las demás. Dios es un ser dinámico y, por lo tanto, sale a nuestro encuentro curando las dolencias de nuestro hoy, perdonando los pecados que brincan y juegan en el alma de hoy, invitándonos a ver en el exponente de la cruz que va camino del calvario, su auténtico rostro: DIOS AMOR. ¿No es un momento, la cuaresma, para recordar la esencia de nuestra fe?

No es el momento de pensar y escudarnos en el hecho de que en la sociedad, el mundo, la parroquia, la comunidad, mi familia….se ha perdido el sentido del pecado. Lo importante es, ahora, hoy y aquí, ponernos un termómetro personal. Contrastar nuestra vida con la de Jesús. Dejarnos pasar por el escáner del Espíritu, y que detecte todo aquello que hemos de dejar para llegar más limpios a la Pascua.

¿Ceniza? ¡Sí! Porque queremos ser árboles cuando, en realidad, somos simples astillas. Porque decimos ser rascacielos, cuando apenas levantamos lo que da una altura. Porque afirmamos ser buenos y santos, cuando en realidad, podemos ser mejores si nos dejamos guiar por Dios.
¿Ceniza? ¡Sí! Porque presumimos de conocer el evangelio y, resulta, que lo descafeinamos utilizándolo a nuestro antojo. Porque, la fe, hoy más que nunca, exige respuestas decididas, hombres y mujeres valientes, seguidores de un Jesús que nos llama a la conversión, a volver nuestro corazón hacia Dios. Porque, en este Año de la Fe, es preciso encontrarnos a Jesús para dar razón y testimonio de Él.

Un escritor, decía que “Occidente está débil”. La Cuaresma puede contribuir a inyectarnos esa fuerza de Dios. Ese impulso del Espíritu. Esa humildad para encontrarnos con Cristo. Esa paz que el día a día nos roba.

¿Ceniza? ¡Sí! Porque siendo siervos, queremos ser reyes y viviendo en la tierra, algunos llegan aseverar que ya no existe más cielo. La ceniza no es un rito mágico o supersticioso. Por el contrario, este símbolo, nos esponja y nos facilita este inicio, esta andadura hacia la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Todo ello, además, lo recordaremos y haremos fuerte, con una confesión personal, con una obra de caridad, con una oración más intensa, con la eucaristía diaria y con otras tantas prácticas de piedad cristiana.

Miércoles de ceniza. El Señor nos invita a coger esta escalera de 40 peldaños que nos llevará a los Misterios de su Pasión Muerte y Resurrección. ¿Estamos dispuestos a iniciarla?

lunes, febrero 11, 2013



El Papa Benedicto XVI durante la ceremonia de canonización en el Vaticano de 800 mártires italianos y dos beatas latinoamericanas, dio a conocer la noticia a los cardenales presentes y al mundo entero, que dejra su cargo el próximo 28 de febrero a las 20 horas de la Ciudad del Vaticano. El sucesor de Pedro expresó que tomaba la decisión en pleno uso de sus facultades y que estaba consciente de "la seriedad de su gesto".

Por su parte el porta voz papal Federico Lombardí aseguró que el pontífice ha asegurado que deja su cargo tras "meditarlo mucho" y "por falta de fuerzas".

El alemán Joseph Ratzinger, de 85 años, es Papa desde el 19 de abril de 2005. Su renuncia apenas tiene antecedentes en la historia de la iglesia Católica y es el primero en tomar esa medida en seis siglos.

Ahora comienza la ola de especulaciones sobre quién podría sucederlo en el cargo. Se hará la elección por los cardenales reunidos en cónclave en la Capilla Sixtina, donde permaneceran alejados del mundo.

Uno de los que suena más fuerte es el italiano Angelo Scola, arzobispo de Milán, expatriarca de Venecia y miembro del movimiento ultracatólico "Comunión y Liberación".




José Colmanárez

REF (La patilla, Globovision , CNN, Ntmx)

miércoles, febrero 06, 2013


Por Javier Leoz

A esa conclusión llegó Pedro después de contemplar la asombrosa pesca milagrosa. Donde no había nada, por indicación de Jesús, las redes se despliegan de nuevo y de repente, se rompían. Hasta las barcas se hundían incapaces de contener el peso de la pesca.

Pedro, además de darse cuenta de lo que era (hombre) se sentía, por otra parte, pecador. ¿No se preguntaría Pedro; cómo puede el Señor andar conmigo? ¿Quién soy yo para navegar en su misma barca? ¿Cómo, éste que convierte la nada en abundancia, se rebaja a estar, trabajar y perder su tiempo conmigo? Espontáneamente, aquel pescador primario y con carácter recio, deja que salga desde lo más hondo de su persona una oración y un reconocimiento de profunda humildad: “apártate de mí, Señor, que soy un pecador”.

Ante el esplendor divino de Jesús, la humanidad de Pedro, quedaba al descubierto. Examinaba la noche, agotadora y sin fruto, y ahora con la presencia de Jesús, contempla atónito que todo es un gran prodigio sobre unas barcas incapaces de contenerlo. ¿Qué había ocurrido? Pedro se quedó deslumbrado por la santidad de Jesús. Aquello era inexplicable a todas luces: sus cuerpos cansados, las redes vacías y la vergüenza en sus rostros…le recordaban a Pedro que, Jesús, cumple lo que promete.

Un rey quiso visitar a una pobre mujer que vivía en una miserable vivienda. La señora, al enterarse de tal intención real, envió un mensaje al castillo: “Mi señor; mi rey. No venga. El lugar donde vivo yo no tiene una sala digna para Vd.”. El rey le contestó: “¿Qué no? He encontrado la casa más valiosa: un lugar donde existe una persona con un corazón humilde y transparente”.

Así debió sentirse Pedro. Jesús, en aquella hora: todo le resultaba demasiado grande, impresionante, puro, divino. ¡No era posible que, el Hijo de Dios, se rozase con aquel que, durante toda la noche, había sido incapaz de dar con un sólo pez!

¡No era posible que, aquel que les decía mar adentro y acertaba de lleno, se fiase de aquellos que cansados y agotados, volvían con las manos vacías!

El Señor, con su Palabra, en este Año de la Fe, nos anima a seguir mar adentro. No tenemos derecho al desaliento ni al pesimismo. ¿Qué nuestros afanes apostólicos no son todo lo fructíferos que quisiéramos? ¿Que muchos de nuestros seminarios no están tan florecientes como en antaño? ¿Que nunca como hoy la Iglesia ha tenido tantos medios a su disposición (económicos, materiales, técnicos…) y que, nunca como hoy encontramos muchas dificultades para sembrar o pescar? El Señor, aun así, se fía. Descansa en nuestra humanidad y nos sigue diciendo: ¡Mar adentro! ¡Yo estoy con vosotros!

Teniéndole a Él en guardia y retaguardia, podremos dudar de nuestras habilidades y capacidades pero nunca de lo que el Señor nos promete: “yo estaré con vosotros todos los días hasta el final del mundo”. Esto, entre otras cosas, es una razón poderosa para seguir en la brecha. Para seguir remando en esta inmensa barca que es la Iglesia. Con nuestras virtudes y pecados, orgullo y humildad, fortaleza y debilidad, éxitos y fracasos, ratos buenos y noches amargas.
El Señor nos quiere así: de carne y hueso…pero dispuestos a dar nuestra vida, o parte de ella, en pro de su Reino. ¿Lo intentamos? ¡Mar adentro! ¡Merece la pena! Aunque a veces, como Pedro, seamos demasiado humanos, pecadores….y hasta indignos del amor que Dios nos tiene. Año de la Fe…para seguir navegando mar adentro.

sábado, febrero 02, 2013

Por Javier Leoz

Cuando alguien nos resulta agradable o simpático, todo lo que haga o diga (aunque resulte ser un disparate) nos puede parecer bueno y noble. Por el contrario, cuando una persona se nos coloca “entre ceja y ceja” aunque diga una gran verdad o realice grandes maravillas, nos resulta difícil encomiar o valorar su labor. Nada, de lo que nos diga, logrará disipar ciertas dudas. Somos así. Las cosas, según quien las hace o las mentiras las damos por buenas o malas, falsas o verdaderas. ¿Por qué somos así?

A Jesús, en el inicio de su misión, le ocurrió algo parecido. Enseguida le recordaron que, aquel que había nacido entre pajas, bajo la mirada de los humildes José y María, poco o nada podía aportar. Y, mucho menos, dar lecciones a nadie cuando todos sabían que no precisamente había nacido en alta alcurnia. Jesús, desde el principio, padeció en propia piel la dureza del corazón y la obstinación de los suyos. Y es que, muchas veces, es más difícil llevar un mensaje a los de la propia casa que a aquellos que viven en la de enfrente.

Jesús, se abrió paso entre aquella muchedumbre que, admirando o criticando, le señalaban con el dedo. La Iglesia, en muchas situaciones (en relevos episcopales, sacerdotales, exposición de su Magisterio, ministerios realizados generosamente por muchos laicos) también padece este tipo de escenarios. ¿Pero este obispo no es así o de aquella manera? ¿Qué nos va a decir este sacerdote cuando todos sabemos que…? ¿Cómo puede repartir la comunión aquel seglar o leer la lectura aquel otro laico? ¿Y este obispo por qué tiene que hablar de este tema cuando, a nivel social, es algo tomado por bueno?

Tenemos un gran defecto: nos gusta, de entrada, recordar las pequeñas miserias de algunas personas (que tal vez ante los ojos de Dios no son dificultades para entrar en el Reino de Dios) y somos capaces de obviar otro tipo de actitudes que, a la luz del Evangelio, son mucho más esenciales y reprochables. Por ello mismo, el Señor, nos invita a ser más receptivos a la Gracia. No podemos escudarnos ni excusarnos en nuestros juicios para quedarnos donde estamos. Para no progresar en nuestro conocimiento de Dios o en la fidelidad a Jesucristo.

Hoy, al escuchar el Evangelio de este domingo, también nos debe hacer reflexionar sobre otro punto. ¿Por qué a la Iglesia se le niega hasta el pan y el agua en muchos lugares de Occidente y, a otras religiones o sensibilidades espirituales, se les abre de par en par todas las puertas? Los estereotipos que, en diversas ocasiones, funcionan por internet, la prensa oral, visual o escrita, nos insisten siempre en la misma dirección: “¿No es esta la Iglesia poderosa, incomprensiva, intolerante, autoritaria, insolidaria…? En el fondo, y es verdad, subyace un problema de fondo: la Iglesia, aún con sus defectos y carencias, necesidad de perfección y de purificación, sigue levantándose en medio de la gran sinagoga del mundo para recordarnos que, tal como camina nuestra sociedad, vamos a tierra de nadie. ¿No será que, por eso mismo, tratan de denigrarla aquellos que desean un mundo a su antojo, sin profetas ni contrarios a un sistema que nos inyecta el veneno letal del vivir sin Dios, sin religión, sin moral o principios cristianos?

Qué importante es que, la Iglesia, en medio de incomprensiones y empujones (como el mismo Cristo lo vivió en propias carnes) sepa abrirse paso en medio del griterío y del poder mediático para seguir cumpliendo su misión. Y, esa Iglesia, somos nosotros. No lo olvidemos.

sábado, enero 26, 2013


miércoles, enero 23, 2013

Por Javier Leoz

El arte plasmado en la pinacoteca, antiguas o modernas catedrales, música o hasta la misma cultura han sido el vehículo a través del cual, el mensaje del cristianismo, ha ido calando y proyectándose en nuestro mundo. Pretender explicar la historia una custodia del Santísimo (sin su objetivo primordial que es exponer el Amor); una catedral (sin su fin de cátedra) o el lienzo sobre la Resurrección de Cristo (sin la mano trascendente y divina del autor)… es entender y enseñar sesgadamente una realidad: la fe se ha hecho historia y, la historia, no se puede explicar sin la fe cristiana.

1.- Los relatos de la vida de Jesús nos han llegado a nuestros días como el mejor testimonio y el gran legado de nuestros antepasados.
La Iglesia, durante siglos hasta el día de hoy, lo ha guardado como el gran depósito de la fe por el cual, y no lo olvidemos, han dado la vida hombres y mujeres, apóstoles y hermanos nuestros con la certeza y convencimiento de que Jesús era y es la fuerza en el caminar y la recompensa en la eternidad.

¿Dónde está nuestra fe? ¿En dónde tenemos puesto el pensamiento? ¿Qué ocurre en la sociedad donde vivimos que pone en solfa hasta el testimonio más vivo de los que nos han precedido? ¿Dónde los cristianos que, se conforman con decir “lo importante es ser bueno” pero no se dejan seducir por la Palabra de Dios?

Como San Lucas, nosotros también, hemos de fiarnos de la evidencia que nos ha llegado sobre un personaje que ha calado en el alma y en la conciencia de millones de personas: Jesucristo.
2.- Jesús, y teniendo como telón de fondo la impresionante lectura de Isaías, tuvo una gran habilidad: estuvo en línea directa con el cielo y no relegó el drama de aquellos que le rodeaban: el interés horizontal (el hombre) y la dimensión vertical (Dios) eran todo uno en El.

Su relación con Dios, personal y privilegiada, no le impedía su diálogo, interés o cercanía con los hombres de su tiempo. ¡Supo vivir con Dios y se mojó de lleno con los sufrimientos de las personas!
Ello, por lo tanto, nos debe de sacudir nuestro interior e interpelar: ¿Cómo llevamos nuestra religión? ¿Nos sentimos ungidos y lanzados a anunciar la Buena Nueva o, por el contrario, instalados en cómodas prácticas religiosas? 3.- ¿Nos tomamos en serio aquello de “la hora de los laicos” o seguimos soñando y pensando en una iglesia de funcionarios y excesivamente clerical? ¿Escuchamos con atención la Palabra de Dios o, por deformación, la vemos como una parte más dentro de la eucaristía? ¿Nos sirve de algo, en el comportamiento personal y social, durante el resto de la semana?

4.- Que la Palabra del Señor, a la cual debiéramos siempre llegar con una puntualidad británica, nos ayude a comprender y entender el momento que estamos viviendo. A comprometernos mucho más con nuestra vida eclesial. A valorar, cuidar y poner en práctica nuestras capacidades de cara a la unidad en nuestra iglesia universal, diocesana o parroquial.

Mientras tanto ¡felicitémonos! El Domingo, sigue siendo para el creyente que ama y quiere a Dios, un día consagrado a Él y en el que, escuchar su Palabra, es un privilegio que ayuda a la construcción de ese único y solo cuerpo que tiene como cabeza a Jesús.
Y, ¡por qué no! Pongamos, además, los ojos del rostro, del alma y del corazón en Jesús. Hoy, se sigue cumpliendo lo que hemos escuchado: ¡Jesús es la revelación del Padre! Que este Año de la Fe nos ayude a recuperar el orgullo de ser cristianos y a dar gracias a Dios por todo lo bueno que el cristianismo ha sembrado en el curso de la historia.